Por Carlos Sánchez / Dossier Politico
2012-05-01
Su mirada es la analogía de una pintura de
Picasso, la miro y siento que me sumerjo en el Guernica. En sus palabras
se comprime la actitud de un José Revueltas. En su energía se
manifiesta un poema de Lorca.
Dentro de su
casa, cerca de un parque ahora cercado, la iluminación es sutil. Allí
le acompañan algunas historias en trazo desde el pulso de Fernando
Robles. Hay también la vida que inventaron los escritores Julio
Cortázar, Joseph Conrad, Albert Camus, entre muchos más.
Beatriz
Juvera es la expresión inherente, la mirada directa y a los ojos,
síntoma de compromiso en los días, los que fueron en su historia de
construir la danza, los que siguen siendo para darse a la vida, la cual,
cita: “Trae de todo”.
Un café en la sala y las
palabras concretas, frases como un poema que se hilvana de apoco y se
construye en el viento. Una leyenda como consigna tatuada sobre el
lienzo de una gamuza diminuta: “El dolor que se calla es más doloroso”.
Así charlamos y es un privilegio inscrito ya en la memoria, porque de
manera constante desde su voz un recuento de lo que es y ha sido. No hay
desperdicio en su oratoria, de pronto la compuerta de los ojos claudica
y me empapa de su emoción.
No sabe ser de
otra manera, tampoco pretende, la persecución de la honestidad la
manifiesta al hablar. Inherencia de sólo ser y hacer lo que se ama como
oficio y vocación: la danza.
Sobre danza
conversamos porque, como lo dijo antes de despedirme, al advertirle que
al regresar hablaríamos de otras cosas: “Si vuelves hablaremos de otras
cosas, pero el tema de la danza saldrá en algún momento”. La danza, la
danza, la danza.
En el recuento intrínseco del
oficio, de los años de fundar la compañía de danza Truzca, de formar a
los alumnos, o incluso de formarse ella como bailarina, la construcción
de la historia es un ir y venir, un antes y después, sin guión, tomando
de la memoria los asuntos más trascendentes, las obsesiones que están
allí como dardos venenosos, besos dulces.
La
cita estuvo fraguada para una entrevista, sobre Un desierto para la
danza, y sus veinte años. Creo qué Un desierto es consecuencia de tu
trabajo, le comento a Beatriz Juvera, la maestra. Y entonces otra vez la
anti pretensión y su comentario:
“Lo sé, estoy
consciente, yo siempre estuve formando gente, siento que Un desierto
para la danza es mío. Y cuando voy al desierto, todo lo que veo, me
siento feliz, y siento que la institución fue armada con tal forma y con
tal espíritu de amor y lucha que no ha habido sexenio que lo pueda
quitar, porque hizo historia. Si yo he recibido reconocimientos de eso, y
no aquí en Hermosillo tantos, afuera, en otros festivales, por lo que
se ha logrado, y claro que lo siento mío, esa es la emoción. Por ejemplo
anoche (en la inauguración) que grité el Truzca, lo hice porque a todos
los que fueron nombrando de los que siguieron después, estuvieron en
Truzca, después vino no sé quién, ¿pero de dónde vino? Claro que siento
que Un desierto para la danza es mío, y me enorgullece”.
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