miércoles, 2 de mayo de 2012

Beatriz Juvera: espíritu de amor y lucha

Por Carlos Sánchez / Dossier Politico
  2012-05-01 


Su mirada es la analogía de una pintura de Picasso, la miro y siento que me sumerjo en el Guernica. En sus palabras se comprime la actitud de un José Revueltas. En su energía se manifiesta un poema de Lorca.

Dentro de su casa, cerca de un parque ahora cercado, la iluminación es sutil. Allí  le acompañan algunas historias en trazo desde el pulso de Fernando Robles. Hay también la vida que inventaron los escritores Julio Cortázar, Joseph Conrad, Albert Camus, entre muchos más.

Beatriz Juvera es la expresión inherente, la mirada directa y a los ojos, síntoma de compromiso en los días, los que fueron en su historia de construir la danza, los que siguen siendo para darse a la vida, la cual, cita: “Trae de todo”.

Un café en la sala y las palabras concretas, frases como un poema que se hilvana de apoco y se construye en el viento. Una leyenda como consigna tatuada sobre el lienzo de una gamuza diminuta: “El dolor que se calla es más doloroso”. Así charlamos y es un privilegio inscrito ya en la memoria, porque de manera constante desde su voz un recuento de lo que es y ha sido. No hay desperdicio en su oratoria, de pronto la compuerta de los ojos claudica y me empapa de su emoción. 

No sabe ser de otra manera, tampoco pretende, la persecución de la honestidad la manifiesta al hablar. Inherencia de sólo ser y hacer lo que se ama como oficio y vocación: la danza.

Sobre danza conversamos porque, como lo dijo antes de despedirme, al advertirle que al regresar hablaríamos de otras cosas: “Si vuelves hablaremos de otras cosas, pero el tema de la danza saldrá en algún momento”. La danza, la danza, la danza.

En el recuento intrínseco del oficio, de los años de fundar la compañía de danza Truzca, de formar a los alumnos, o incluso de formarse ella como bailarina, la construcción de la historia es un ir y venir, un antes y después, sin guión, tomando de la memoria los asuntos más trascendentes, las obsesiones que están allí como dardos venenosos, besos dulces.

La cita estuvo fraguada para una entrevista, sobre Un desierto para la danza, y sus veinte años. Creo qué Un desierto es  consecuencia de tu trabajo, le comento a Beatriz Juvera, la maestra. Y entonces otra vez la anti pretensión y su comentario:

“Lo sé, estoy consciente, yo siempre estuve formando gente, siento que Un desierto para la danza es mío. Y cuando voy al desierto, todo lo que veo, me siento feliz, y siento que la institución fue armada con tal forma y con tal espíritu de amor y lucha que no ha habido sexenio que lo pueda quitar, porque hizo historia. Si yo he recibido reconocimientos de eso, y no aquí en Hermosillo tantos, afuera, en otros festivales, por lo que se ha logrado, y claro que lo siento mío, esa es la emoción. Por ejemplo anoche (en la inauguración) que grité el Truzca, lo hice porque a todos los que fueron nombrando de los que siguieron después, estuvieron en Truzca, después vino no sé quién, ¿pero de dónde vino? Claro que siento que Un desierto para la danza es mío, y me enorgullece”.

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