Por Sylvia Teresa Manriquez
(*Fotografía de Fano Campoy)
Mañana de fiesta, juegos, regalos y comida. Un hogar temporal festejaba el día del niño. En el sonido local se alternaba la música con cápsulas alusivas a la celebración.
- ¿Oiste? La locutora está hablando de nosotros, los niños de la calle.
- ¡No! ¡No somos niños de la calle!
- Sí, la locutora dijo “niños de la calle”
- Pues yo no soy niño de la calle, ¡Tú sí, pero yo no! ¿Verdad que no somos?
Cifras
No
lo son. Sin embargo, sin los programas sociales de atención a estos
infantes en situación difícil, que les den seguimiento una vez que son
entregados de nuevo a sus familias, muchos intentarán refugiarse en la
calle.
Según
cifras del INEGI, en el periodo que va de 1995 a 2007 el número de
denuncias recibidas por maltrato infantil pasó de 15 mil 391 a 43 mil
986. Lo que nos habla del fallo de programas y políticas que buscan el
bienestar y seguridad de los menores.
Niños y niñas que trabajan
Anibal
y Omar juegan en la calle de tierra donde está su casa, tienen edad
para ir a la escuela pero no van, a pesar de que en México todos los
niños y niñas de 5 a 14 años deben asistir a algún nivel de educación
básica. Y la historia se repite en todo el país, por ejemplo, en el
Distrito Federal, Sinaloa y Coahuila de cada 100 niños de 5 a 14 años
dos no asisten a la escuela; mientras que en Chiapas de cada 100 niños,
10 no van a la escuela.
En
México, la mayoría de los infantes ingresan a la primaria cuando
cumplen 6 años de edad, y a los 8 se considera que ya adquirieron
habilidades de lectura y escritura. Sin embargo, según el INEGI, 3 de
cada 100 niños no pueden escribir ni leer. En las localidades rurales,
(menos de 2 mil 500 habitantes), de las que tenemos muchas en Sonora,
la situación empeora pues la proporción aumenta a prácticamente 4 de
cada 100 que no saben leer y escribir.
Sofía
es otra niña sonorense, tiene 10 años y asistió a la escuela hasta los
9, aprendió a leer, escribir y sacar cuentas. Hace un año el padre se
fue y no ha vuelto. Ella ha tenido que trabajar para ayudar a su
madre. Ya no va a la escuela, aunque quisiera ir pues, dice, quiere ser
abogada y defender a su familia de la gente abusadora. En cambio,
realiza dos jornadas distintas de trabajo. Una, por las mañanas
cuidando a sus hermanitos de 8 y 6 años que tampoco van a la escuela.
Además; limpia la casa y realiza otras labores domésticas. Su segunda
jornada es de empacadora en un supermercado.
Sofía es una de los casi 30 millones de niños de 5 a 17 años que trabajan en este país.
Niños y niñas indígenas
La
situación de los niños y niñas indígenas es peor, pues la marginación
los mantiene en situaciones por demás precarias, con menos
oportunidades o nulas de asistir a la escuela, o tener los servicios
básicos en su comunidad, como agua potable y alumbrado público. Según
datos del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, (Conapred),
son las víctimas más frecuentes de discriminación.
Las
niñas y los niños mexicanos son las principales víctimas de la
violencia en todas sus manifestaciones. Según el reporte de la
institución, Discriminación en la infancia, más de la tercera parte de
los infantes entre 6 y 9 años, sufren violencia tanto de parte de su
familia, como en la escuela. Forman parte de una generación violenta,
que ve a través de los medios de comunicación la violencia como parte
normal de su vida, y no como el serio fenómeno que amenaza su
existencia.
Niños y niñas que esperan
“La
infancia es la acción en espera” dijo el filósofo suizo Jean Jacques
Rosseau. Y en México, en Sonora, la infancia espera. Esperan estos niños
en hogares temporales y esperan los que están en condición de calle,
los que no tienen oportunidad de ir a la escuela y los que no han podido
vivir una existencia sin violencia. Esperan las condiciones políticas,
económicas y sociales que les ofrezcan hogares aptos para mantenerse
en ellos.
Eso
significa madres y padres con trabajo y no cansados, que puedan
brindarles las herramientas necesarias para llevar una vida sana, sin
violencia. Significa escuelas suficientes e integradoras, calles
seguras e instituciones aptas para escucharlos, atender sus reclamos y
defender sus derechos.
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